2 sept 2016

Cosas del vulgo

Un hombre vulgar se dejó arrastrar por ideas vagas y simples que difundían que los emigrantes quitaban el trabajo, acaparaban las ayudas sociales, saturaban los servicios sanitarios... Él se convenció de que era necesario y oportuno emprender una cruzada por la justicia en el disfrute de bienes a favor de los autóctonos. El hombre vulgar no dudó en empezar a mirar a los emigrantes como gente indeseable y, por supuesto, inferior a él en todos los sentidos. Era una convicción muy arraigada en él. Pero un día, tal certeza empezó a estar acompañada de un interrogante. Fue el día que acudió a aclarar su cuentas a la Agencia Tributaria. Tuvo que estar esperando su turno un buen rato, un tiempo que le permitió constatar que había muchos foráneos de esos que él odiaba a rabiar. Una vez frente al funcionario de turno, tuvo que escuchar que sus cuentas con la Hacienda estaban desfasadas, que arrastraba impagos de escándalo, que con la multa de rigor le iban a dejar temblando. 
El hombre vulgar intentó defenderse torpemente y, en su confusión argumental, le dio pie al funcionario a darle una razón contundente. Mire usted, estos emigrantes de los que usted tan mal habla, absorben el 5,4% del gasto público y contribuyen en un 6,6% a los ingresos totales del Estado, más que usted. No me diga que este país no prospera con esta gente. Y el hombre vulgar no tuvo más remedio que empezar a dudar.
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