La
situación en el hormiguero se había convertido en insostenible. El
sistema de aireación no funcionada con eficiencia y las obreras
apenas podían trabajar, pendientes de darle al abanico. Los
zánganos, en honor a su nombre, se pasaban todo el día tumbados a
la sombra de un risco cercano. La reina permanecía quieta sin mover
su inmenso abdomen y sin poner ni un sólo huevo. La atmósfera, de
verdad, era asfixiante e invitaba a la inacción. Una obrera
disconforme quiso afrontar el problema y pidió una movilización con
eslóganes que transcribo literalmente:
Este
formicario es un calvario
Más
conductos de ventilación
Climatización
es la solución
Es
posible un hormiguero sostenible
Aportó,
además, ideas sensatas para poder materializar el plan. Nadie le
hizo caso, se enredaron en discusiones y se tuvo que consolar con su
abanico.
A
los pocos días otra obrera idealista se rebeló y propuso la
revolución con eslóganes muy atrayentes. Decía como que:
Es
muy duro no tener futuro
Nadie
puede negar el derecho a soñar
Tocaremos
las estrellas con nuestras antenas
Sí,
sí, sí, la vida es frenesí
Y
tuvo un éxito notable, porque las hormigas, emulando a las ovejas
abducidas de un redil, abandonaron organizadas como un rebaño su
hormiguero y se perdieron por el mundo. Hasta los zánganos se
ilusionaron con la propuesta.
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