29 ago 2016

El poder de las metáforas

La situación en el hormiguero se había convertido en insostenible. El sistema de aireación no funcionada con eficiencia y las obreras apenas podían trabajar, pendientes de darle al abanico. Los zánganos, en honor a su nombre, se pasaban todo el día tumbados a la sombra de un risco cercano. La reina permanecía quieta sin mover su inmenso abdomen y sin poner ni un sólo huevo. La atmósfera, de verdad, era asfixiante e invitaba a la inacción. Una obrera disconforme quiso afrontar el problema y pidió una movilización con eslóganes que transcribo literalmente:
Este formicario es un calvario
Más conductos de ventilación
Climatización es la solución
Es posible un hormiguero sostenible
Aportó, además, ideas sensatas para poder materializar el plan. Nadie le hizo caso, se enredaron en discusiones y se tuvo que consolar con su abanico.
A los pocos días otra obrera idealista se rebeló y propuso la revolución con eslóganes muy atrayentes. Decía como que:
Es muy duro no tener futuro
Nadie puede negar el derecho a soñar
Tocaremos las estrellas con nuestras antenas
Sí, sí, sí, la vida es frenesí
Y tuvo un éxito notable, porque las hormigas, emulando a las ovejas abducidas de un redil, abandonaron organizadas como un rebaño su hormiguero y se perdieron por el mundo. Hasta los zánganos se ilusionaron con la propuesta.
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