10 ago 2016

El otro yo y viceversa

Él se dio un golpe en la cabeza y su compañera gritó, como si fuera ella la que había sufrido el percance. En el siguiente minuto, él resbaló y de nuevo se oyó la exclamación de espanto de ella. A continuación él estornudó y fue ella la que dijo ¡Jesús! Estamos muy compenetrados, cariño, comentó él. Claro, mi amor, somos como el “cuerpo místico” de la teología cristiana, lo que uno sufre o disfruta lo comparte realmente el otro. Él se imaginó el futuro que se le avecinaba de seguir conviviendo con aquella dama que le hacía un marcaje tan severo, y hasta se le revolvió un poco el estómago y parte de los intestinos de sólo pensarlo. Y ella, palpándose el estómago, acrecentó sus temores. Tengo gases, mi amor.
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