Era
evidente que el coche iba demasiado rápido, sobrepasando la
velocidad permitida para aquel tramo urbano. La patrulla de la
policía dio la alerta y en el siguiente kilómetro el coche fue
detenido por un agente. Tras solicitar los papeles de identidad del
coche y conductor, se inició un diálogo entre ambos.
-¿Es
consciente usted de que circula a una velocidad excesiva?
-Si,
soy pescatero.
-Y
eso ¿qué tiene que ver?
-Pues
que con el sol que hace la carga puede iniciar su descomposición, se
llena de microbios y puede hacerse peligrosa para el consumo humano.
Por eso voy corriendo.
-Pero
usted es un peligro público.
-Peligroso
es tenerme aquí retenido favoreciendo la proliferación de
microorganismos nocivos. Tenga en cuenta que voy a la Residencia de
Ancianos con el pedido y que si se produce un solo percance por la
ingesta de este pescado, usted y yo saldremos en los periódicos.
-Pero
usted no está autorizado a superar el límite de velocidad.
-El
pescado también tiene un límite recomendable para su consumo y lo
estamos sobrepasando. Yo lo hago por el bien del prójimo.
El
agente guardó silencio, se acordó de su tía Nicolasa recientemente
fallecida en la residencia, se le conmovió un poco el corazón y
guardó el bloc de multas.
-Prosiga
-le dijo. Luego esperó a que llegara el coche patrulla y les puso a
sus compañeros al corriente de lo ocurrido. Pero se quedó de piedra
cuando oyó lo que estos le dijeron después de mirar en el ordenador
de a bordo.
-La
matrícula del coche pertenece a un coche robado, la documentación
del conductor es falsa, se trata de un peligroso delincuente conocido
por el alias de “El Anguila” por lo escurridizo que es y te ha
camelado como a un tonto.
Al
agente se le quedó cara de besugo.
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