27 jul 2016

Sin visión global

El abuelo y el nieto decidieron acortar camino y se pusieron a remar en la barca atracada en la orilla del río. Estaba en un remanso y parecía un trayecto cómodo y fácil de hacer. Pero no contaban con el agujero que había en el fondo, así que a mitad del trayecto el abuelo empezó a ser consciente de que estaban en un problema. El niño iba en la proa y apenas le llegaba el agua a la suela de los zapatos. El abuelo, sin embargo, ya estaba calado hasta los tobillos y remaba con energía desde la popa. Abuelito, le dijo, te estás mojando. El aludido, ya con el agua hasta las rodillas, ni respondió y redobló sus esfuerzos con los remos, no sin antes oír cómo el niño le aconsejaba con insistencia. Ven a mi lado, abuelito, que ahí te vas a ahogar. Finalmente llegaron a la orilla y el nieto ayudó al abuelo a secar al sol sus zapatos, calcetines y pantalones. Y el anciano no dio ninguna explicación, que bastante tenía con el sofoco.
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