-Mi
abuelo llegó a cabo, mi padre a sargento y yo ya soy un flamante
capitán del ejército de tierra. Mi hijo está destinado a coronel y
mi nieto, quién lo verá, seguramente desfilará como general. Los
galones se heredan.
-Pues
mi abuelo fue mendigo, mi padre quincallero, yo trabajo al por menor
y menudeo, mi hijo va para comerciante al por mayor y mi nieto, quién
lo verá, será empresario de postín. El comercio se lleva en la
sangre.
-Mi
abuelo fue bandolero en la Serranía de Ronda, mi padre mercenario en
el Rif, yo carterista, mi hijo será gánster y mi nieto, quién lo
verá, ladrón de guante blanco. El malvivir lo llevamos en los genes
El
cura quiso pasar de turno, pero los contertulios le obligaron a
parlamentar. Y dijo que...
-El
abuelo fue monaguillo, el padre sacristán y yo me ordené sacerdote
y no espero descendientes que lleguen a canónigo u obispo. La
castidad es un deber.
Le
miraron todos con ojos inquisidores y desconfiados.
-¿De
verdad? -le preguntaron-. ¿Es verdad que...?
El
cura se puso rojo, tartamudeó y allí mismo dejó este mundo
víctima de un infarto.
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