8 feb 2016

Parábola de nuestros días



Salió el político a sembrar su buena nueva por los caminos del mundo. Antes había recibido abundantes bienes llovidos del cielo terrenal, la hacienda, y era hora de distribuirlos entre los mortales. Muchos bienes cayeron en buen lugar, otros ligeramente desviados de sus objetivos y algunos directamente en su bolsillo. Los primeros arreglaron un poco el mundo, los segundos pasaron desapercibidos y los últimos inexplicablemente cayeron en el pozo del olvido. Mas quiso la diosa de la democracia que vigilaba desde el cielo que estos hechos no se olvidaran del todo e hizo que el felón fuera conocido como tal por todos sus coetáneos, que, en una inexplicable pérdida de sentido común y de principios, no fueron capaces de condenarlo definitivamente al ostracismo u otras cosas peores. ¡El que quiera entender, que entienda!
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