El
otoño llamó a la puerta para poder entrar.
-Traigo
nostalgia, susurros en el bosque, olor a hojas caídas, frutos de la
cosecha final.
El
verano, que ya estaba escapándose por una ventana, no esperó más,
pues no quería oír la bienvenida de los habitantes de la casa.
-¡Demontres!
-protestó- Hace unos meses me recibieron contentos y ya veo que se
han cansado.
-Traigo
noches más largas, tiempo de tertulias, de encuentro, traigo calor
de hogar -decía el otoño.
-Siempre
me equivoco -pensó el verano-, yo siempre ofrezco aire y sol que
acarician el rostro, noches interminables, compañía y tiempo para
el amor.
-Conmigo...
Ya
no quiso escuchar más la estación del estío y se fue murmurando.
-Tengo
que hablar con el invierno para que le dé un escarmiento a este
presuntuoso -y se afirmó en ello-. Esto de los solsticios y
equinoccios me trae loco desde siempre.
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