16 dic 2015

Político novel

Se puso frente al espejo y ensayó el discurso que le tocaba soltar en el mitin de las seis de la tarde en la plaza del pueblo. Primero se ajustó la chaqueta, soltó un botón que le sacaba barriga, levantó el dedo índice y gritó con voz impostada:
-Compañeros, compañeras...
-Baja la radio, hijo -le gritaron desde la cocina. 
-Deja ver la televisión, capullo -le dijeron desde el salón. 
Así que no tuvo más remedio que hacer la sesión vocalizando las frases, sin que se le olvidara ni se oyera palabra alguna.
Por la tarde, en el mitín, no funcionó la megafonía y él, el político novato, fue el mejor orador de la tarde, con un discurso fluido y ameno que todos siguieron con atención y hasta aplaudieron. Fue muy convincente, dijeron. Eso sí, sin decir nada. 
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