La
mujer caminaba empujando un coche de niño, atenta a todo lo que
pudiera entorpecerle la marcha. Y no se percató de que se le había
caído una prenda del bebé. Detrás iba yo y rápidamente tomé el
jersecito y quise llamarla. Pero me quedé bloqueado, pues no
encontraba el modo de dirigirme a ella. No me parecían apropiadas
formulas como ¡oye!, tú!, ¡eh!, señora (era joven), chavala,
etc..., así que inicié una carrera, toqué su brazo, le ofrecí la
prenda y sonreí. Me miró con estupor y habló algo en un idioma
desconocido. Creo que le gustaba,ni le gustó, el contacto físico.
-Cualquier
fórmula me hubiera valido -pensé-. No acierto nunca.
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