Las
autoridades interrogaron a Ali Babá para saber el paradero de los
cuarenta ladrones. Éste les dio toda clase de pistas y finalmente
pudieron ser apresados treinta y nueve de ellos. La guardia real no
consiguió dar nunca con el paradero del que faltaba e, incapaces de
reconocer su fracaso ante el rey, se cebaron con Alí Babá al que
amenazaron.
-Jura
que eres un ignorante y no sabes contar o te acordarás de nosotros.
-Lo
juro, digo cuarenta cuando me parece que hay mucha gente, pero no sé
contar de verdad, lo juro -confesaba-. Perdón, por hablar sin saber.
Y
lo dejaron libre. Ya en su casa Alí Babá, un leñador de pocos
recursos que se había convertido en rico tras descubrir el truco
para penetrar en la cueva de los ladrones, se pasó toda la noche
contando los rubíes, zafiros, ágatas y perlas sacadas del
escondite. Estaba frente a un montón de monedas y hablaba en voz
alta.
-Treinta
y nueve veces treinta y nueve montones de treinta y nueve monedas de
oro, y de plata treinta y nueve montones de treinta y nueve monedas guardadas en treinta y nueve sacos de...-calló, se secó el sudor de la frente y entornó los ojos para no
perder la concentración y siguió con aquel mantra tan estimulante. Acababa de aprender a "contar".
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