El
actor salió nervioso al escenario, hizo su papel con intensidad,
dejando un sentimiento en cada gesto, una sensación en cada
movimiento, un mensaje en cada frase. Él mismo se sintió satisfecho
de su trabajo, muy a gusto con su interpretación. Al acabar la
función se cerró el telón entre los sones de una música
envolvente que aislaba del mundo a cuantos allí estaban. Se volvió
a abrir el telón y salió a saludar, reverencias al público
incluidas, y no sonó aplauso alguno. Se sorprendió y miró al patio
de butacas por primera vez en toda la tarde. Estaba desierto. Se
irguió desanimado, volvió la espalda y se fue
abatido. Y al abandonar la sala, le habló la taquillera.
-Adiós.
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