3 ago 2015

Colapso creativo

Llegó a casa con una obsesión clara, quería escribir, antes de que se le disiparan las musas, el microrrelato que había ideado en el autobús durante el trayecto de la mañana. Para el mediodía ya lo había masticado y con la noche, digamos, lo tenía totalmente digerido. Así que antes de acostarse se puso frente al teclado y escribió la entrada, aquella en la que el contexto y los protagonistas quedaban ya anclados en el relato.
Pero una terrible duda le asaltó. ¿Era apropiado Isabelita como nombre de la heroína? Y en este dilema se atascó, tanto que perdió el hilo y entró en caída libre, en fase de insomnio y en la desesperación creativa. Al amanecer no tuvo más remedio que volver a la realidad del trabajo diario y aguantar la resaca que le acompañaba.
-Ayer de juerga, ¿no? -le dijo el jefe al ver su aspecto.
-Si -le contestó con retintín-, estuve con Isabelita.
-¿Con la nueva secretaria? -se sorprendió el jefe.
-No, no -se disculpó.
Y en aquel momento preciso se percató de que ésa era la razón del atasco creativo. Aquel nombre le dejaba la mente en blanco. Así que se levantó, fue hacia la nueva secretaria y la miró con otros ojos, de arriba bajo y de izquierda a derecha, tanto que Isabelita se asustó, se bajó la falda hasta tapar su rodillas y cerró un botón más de su blusa.
-¿Desea algo? -balbució.
-Sí, páseme la lista de proveedores de Silicon Valley -dijo por decir algo.
-Se la envío por la intranet -respondió asustada.
Ya de vuelta en su mesa el escritor resacoso respiró tranquilo. Ya sabía por qué no progresaba su relato, que aquel nombre no era apropiado. Miró la lista de proveedores y eligió uno cualquiera. Aquella noche daría por concluido su relato.
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