13 jul 2015

La sirguera rebelde

La barcaza, cargada hasta los topes, avanzaba a duras penas contra la corriente del río, gracias al empuje de las sirgueras, mujeres robustas y voluntariosas que por un escaso jornal arrastraban desde las orillas los barcos que entraban en la ciudad. Unas llevaban las largas maromas arrolladas en su cintura, otras apoyadas en sus hombros y las más asidas fuertemente con sus manos desnudas. Unos niños revoloteaban alrededor llevando agua a quien lo solicitara. Tras varias horas extenuantes y entre gritos amedrantadores de la marinería, atracaron la barcaza que rápidamente se deshizo de la mercancía que quedó extendida por el muelle y que ellas aprovecharon como asientos donde descansar y recibir el escuálido jornal.
-¿Sólo 5 pesetas por arrastrar la barcaza? -protestó una de las más jóvenes.
El capataz la miró amenazadoramente e hizo ademán de quitarle el dinero. La mujer lo conservó, porque una veterana se interpuso en medio. En voz baja le explicó.
-El armador come en tres platos y nosotras no nos morimos de hambre, tranquila. Son las reglas del juego.
La joven observó la resignación de sus compañeras de penurias y se le encendió puro fuego en su interior.
-Ladrones, explotadores -gritó enfurecida- Se va a enterar el dueño de este negocio.
Un alguacil, avisado por el capataz, la redujo y llevó a comisaría donde prestó declaración por alboroto en la vía pública. Estuvo toda la tarde encerrada y al anochecer la liberaron con un pretexto.
-Don Melchor Guinea, el armador, ha intercedido por ti -le dijo un funcionario-. No entendemos el porqué. Y -le dejó un recado-, además ha pedido que mañana pases por su oficina, dice que quiere conocerte.
La sirguera rebelde encontró la explicación al llegar a casa, no si antes recibir una buena reprimenda de su madre por su actitud contestataria.
-Sabes que eres hija de una sirguera, ¿no?
-Sí, "moza de cordel", ya me has contado.
-Sabes que yo era linda y protestona, ¿no?
-Eso dicen.
-Sabes que fui madre soltera, ¿no?
-Y yo hija natural.
-Pues no te acerques a don Melchor -le advirtió- que no quiero que la historia se repita.
Fue la primera información que la sirguera rebelde recibió sobre quién pudo haber sido su padre. 
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