La
barcaza, cargada hasta los topes, avanzaba a duras penas contra la
corriente del río, gracias al empuje de las sirgueras, mujeres
robustas y voluntariosas que por un escaso jornal arrastraban desde
las orillas los barcos que entraban en la ciudad. Unas llevaban las
largas maromas arrolladas en su cintura, otras apoyadas en sus
hombros y las más asidas fuertemente con sus manos desnudas. Unos
niños revoloteaban alrededor llevando agua a quien lo solicitara.
Tras varias horas extenuantes y entre gritos amedrantadores de la
marinería, atracaron la barcaza que rápidamente se deshizo de la
mercancía que quedó extendida por el muelle y que ellas
aprovecharon como asientos donde descansar y recibir el escuálido
jornal.
-¿Sólo
5 pesetas por arrastrar la barcaza? -protestó una de las más
jóvenes.
El
capataz la miró amenazadoramente e hizo ademán de quitarle el
dinero. La mujer lo conservó, porque una veterana se interpuso en
medio. En voz baja le explicó.
-El
armador come en tres platos y nosotras no nos morimos de hambre,
tranquila. Son las reglas del juego.
La
joven observó la resignación de sus compañeras de penurias y se le
encendió puro fuego en su interior.
-Ladrones,
explotadores -gritó enfurecida- Se va a enterar el dueño de este
negocio.
Un
alguacil, avisado por el capataz, la redujo y llevó a comisaría
donde prestó declaración por alboroto en la vía pública. Estuvo
toda la tarde encerrada y al anochecer la liberaron con un pretexto.
-Don
Melchor Guinea, el armador, ha intercedido por ti -le dijo un
funcionario-. No entendemos el porqué. Y -le dejó un recado-,
además ha pedido que mañana pases por su oficina, dice que quiere
conocerte.
La
sirguera rebelde encontró la explicación al llegar a casa, no si
antes recibir una buena reprimenda de su madre por su actitud
contestataria.
-Sabes
que eres hija de una sirguera, ¿no?
-Sí, "moza de cordel", ya me has contado.
-Sabes
que yo era linda y protestona, ¿no?
-Eso
dicen.
-Sabes
que fui madre soltera, ¿no?
-Y
yo hija natural.
-Pues
no te acerques a don Melchor -le advirtió- que no quiero que la
historia se repita.
Fue
la primera información que la sirguera rebelde recibió sobre quién
pudo haber sido su padre.
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