-Dies
irae, dies illa,
solvet
saeclum in favilla...
-cantaban
desde el coro unos frailes fervorosos que despedían a un lego que
yacía en un féretro colocado frente al altar. Los oficiantes se
movían con parsimonia y precisión cumpliendo con el rito de
convertir al muerto en difunto y dejarlo descansar para siempre en
tierra, en paz y en las manos del dios misericordioso en el que
creían. Pero para mí que lo estaban aterrorizando...
-Quantus tremor est futurus, quando judex est venturus, cuncta stricte discussurus...
-Quantus tremor est futurus, quando judex est venturus, cuncta stricte discussurus...
El
canto gregoriano continuaba e intrigado traté de descifrar su
significado. A mi tío abuelo, sorprendentemente lo despedían
recordando que menudo día aquél en el que el mundo desparece, que
menudo empacho de terror sufrirá cuando el juez analice todo con
rigor.
-Oro
supplex et acclinis, cor contritum quasi cinis, gere curam mei finis
-fue
otra de las estrofas en la que directamente se suplicaba al dios
justiciero que al buen fraile, de seguro contrito y anonadado por el
solemne momento, se le cuidara en la hora final.
Me
habían asegurado que aquel frailecillo humilde era el hermano menor
de mi abuelo y que había dedicado su vida al servicio y a la
oración. Cuando me despedí del padre prior le comenté que mi tío
abuelo, un ejemplo de humildad y servicio, no necesitaba tamaño
mensaje para el viaje final. Y con una convicción que no admitía
réplicas me contestó.
-Todos
somos pecadores, hijo mío, en manos del Supremo está el perdón y
nuestro futuro.
Abandoné
el monasterio en silencio, confuso por esas cosas que tiene el morir,
así como por los misterios de la resurrección en cuerpo y alma en
el mismísimo cielo.
Solo
al cabo de un buen rato fui consciente de que el padre prior me había
hecho firmar un documento. Me detuve para leerlo. Era una renuncia
expresa de los herederos legales del difunto a reclamar cualquiera de
sus bienes.
-Bueno
-pensé- esta gente controla más el mundo terrenal que el más
allá...
-Como
todos -me contestó una voz interior.
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