17 jul 2015

Instinto y educación

Aquella mañana los amigos estaban enfrascados en una seria discusión, en la que no cejaban de argumentar.
-Entre los caracoles existe una diferencia similar a la que se da entre los humanos, oséase, que algunos han recibido educación y otros no, por lo que los primeros se defienden mejor en la vida y los segundos meten más a menudo los cuernos donde no deben.
-¿Qué tiene que ver eso con el caracol que trepa por la farola de enfrente? -preguntaba el tío Machuca.
-Pues que si hubiera tenido formación habría seleccionado mejor el camino -le argumentó-, porque dime tú qué materia vegetal va a encontrar ahí arriba.
-Pero si se guía por el instinto -le replicó-. ¿Qué demontres de formación va a tener?
Era cierto que al abuelo Simón le gustaban las discusiones bizantinas y los laberintos argumentales, pero en aquella ocasión quería zanjar la cuestión bien pronto.
-Seguro que su papá caracol y su mamá caracola no le explicaron que así va a acabar cocinado en una cazuela -afirmó rotundo-. Estuvo atento en la clase de superficies de deslizamiento fácil y no puso la antena en la lección de camuflajes o de búsqueda de viandas.
-No jodas que ahora sabes de caracoles -se burló el amigo.
-Ya sabes que a los viejos nos llega la sabiduría cuando ya no la necesitamos...
-Eso, ¿quién lo dijo antes que tú?
-Gabriel García Márquez.
-¡Ah! Ese sí que era listo.
-Más que ese caracol de enfrente.
Y ambos se quedaron mirando al caracol que, no sabemos si por instinto, educación o empatía con los dos amigos, dio la vuelta tratando de elegir una vía más prometedora.
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