15 jun 2015

El ocaso

Siempre me ha chocado volver a los lugares de mi infancia y comprobar que todo era más pequeño de lo que me parecía entonces.
-La portería donde metí aquel impresionante gol -pensaba con todo detalle-, era solo una puerta de garaje diminuta. Además -continuaba-, la escuela, que me parecía tan lejana, estaba a 200 metros de casa...
Y llegaba a la conclusión de que son las circunstancias de cada cual las que agrandan o empequeñecen las cosas.
Este pensamiento me vino de nuevo a la mente cuando mi cabeza acabó de tomar un color definitivamente plateado y mis pensamientos un sesgo demasiado realista.
-He vivido mucho ya, no me importaría morir -pensaba para mis adentros, harto de las penalidades y sinsabores de los años.
El problema era que a esa edad ya había cogido la costumbre de pensar en voz alta y no salí indemne de mi arriesgada propuesta.
-¿Estás atontado, viejo chocho? -me reprochó mi mujer que absorbía un zumo de una botella ayudándose de una pajilla.
-Sí -le contesté sin dudarlo-, completamente chocho.
Y yo alargué la mano para evitar que vertiera el líquido que tomaba y ella, dominando el temblor de sus manos, hizo un esfuerzo por acariciarme.
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