12 jun 2015

De nombres y etimologías

Un día más, los dos amigos estaban platicando bajo el árbol de las confidencias. El tío Machuca tenía el periódico entre manos.
-Que dice que hay nombres en peligro de extinción, porque nadie ya se los pone a los hijos.
-¿Como cuáles? -se interesó el abuelo Simón.
-Urraca, Canuta, Prepedigna y Afrodisia entre las mujeres -leyó el amigo-, y entre hombres Frumencio, Ángeles, Progreso, Ursicio y Eusiquio.
-Y eso ¿cómo lo saben?
-Pues dicen que han mirado en el censo a mayores de 75 años, cuyos nombres no se repiten entre los más jóvenes.
-Hay gente con tiempo para todo -protestó el abuelo Simón.
-A mí siempre me ha llamado la atención el nombre de Zenón y aquí ni lo citan.
-Pues es fácil de encontrar el origen...
-¿?
-¿No hicieron santo a un ladrón que acompañaba a Jesucristo en el calvario?
-Sí, Dimas era su nombre.
-San Dimas, en efecto -corroboró el abuelo Simón que acabó de dar la explicación completa con una cara de seriedad que invitaba a la credulidad-. Zenón, san Zenón para ser más exactos, fue el camarero de la Última Cena.
Al desconcierto inicial del tío Machuca le siguió la estruendosa carcajada del abuelo Simón.
-Te tenían que haber puesto a ti por lo menos Próculo, Teolindo o Teotimo...
-Yo, prefiero Próculo, ¿te imaginas?
-Es lo que más te pega.
Y ambos rieron durante un buen rato, bajo la sombra acogedora de aquel árbol que ya era parte de sus vidas.
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