Hubo una
vez una gallina reivindicativa que luchó por la igualdad en el
gallinero y trabajó con ahínco por destronar al gallo. Y lo llevó
a juicio. El día señalado por el tribunal para dirimir el pleito,
todo el gallinero se puso en camino hacia el juzgado, el gallo, con
paso marcial, en primer lugar y el resto de gallinas en fila tras él.
La denunciante, que iba en último lugar por aquello de que no
faltara nadie para apoyarla, al ver aquella demostración de
jerarquía, poder y sumisión, se desanimó tanto que dio media
vuelta y se quedó picoteando su impotencia en la primera boñiga que
encontró en el camino.
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