15 abr 2015

El mono que hizo tanto bien

Érase una vez un mono que vivía cautivo en un zoo urbano, rodeado de congéneres con una amplia gama de paranoias. A él le dio por adoptar pose de filósofo pensante y quedarse ensimismado observando a los humanos que se apelotonaban en el cercado donde estaba recluido contra su voluntad. Muchos de los visitantes eran ruidosos y hacían comentarios frívolos que él aguantaba impasible. Otros humanos, sin embargo, permanecían pensativos en el vallado, pendientes del simio y, se puede suponer que, reflexionando sobre las profundas contradicciones que tiene el vivir. Solamente en esos casos el mono filósofo, al ver gente con inquietudes de primate, alzaba su mano a modo de saludo cómplice y obsequiaba a los curiosos con una mirada melancólica. Dicen que los que captaban el mensaje se iban reconfortados, dispuestos a hacer un mundo mejor. 
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