Doña Mercedes, inquieta y curiosa
como siempre, pide a su cuidadora que le enseñe el manejo de
WhatsApp. Ella ve que todo el mundo mueve los dedos con pericia
encima de un teclado minúsculo y se sorprende cuando oye que se
comunican con amigos, colegas y enemigos, si es el caso.
-Primero tiene que comprarse un
celular con sistema operativo iOS, Android, Windows Phone, Black
Berry..
-Hija,
qué raro hablas -protesta -habla en román
paladino,
por favor.
-Yo sí que no la entiendo, señora
-le replica-, ¿qué es eso del román paladino?
-Déjalo -le propone un tanto
descorazonada-. ¿Puedo aprender lo del WhatsApp?
-Bueno -le dice-. No vale de nada si
sus amigos no compran a su vez un teléfono inteligente.
-¿Cómo?
-Sí, un teléfono que en realidad
es una minicomputadora de bolsillo con mayor conectividad que el
celular convencional.
-Oye, hija -le corta abrumada por
tanta información difícil de digerir-, ¿dónde has estudiado estas
cosas?
-En la clase de computación, como
todos.
-Y ¿no sabes que es román
paladino?
-No.
-Pues la forma en que cada cual
habla a su vecino -y le argumenta-. Decía Berceo que era necesario
para entenderse.
-¿Berceo?
-¡Ay!, déjalo -se desanima-. No
creo que mis amistades tengan esta inquietud. Seguiré llamándoles
con mi teléfono de baquelita...
-¿Baquelita?
Y doña Mercedes estalla en cólera
con aquel nuevo interrogante.
-Pero de verdad ¿has estudiado tú
algo de fundamento?
...
No hubo mucho más que hablar
aquella tarde. Doña Mercedes se entretuvo curioseando la calle en el
mirador de su casa y leyendo a Pío Baroja. La cuidadora, mientras
tanto, no dejó de teclear insistentemente su celular con ambos
pulgares.
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