El
agua del manantial fluía fresca y limpia, tanto que tenía fama de
poseer propiedades sanadoras. Los lugareños acudían a plena luz del
día a llenar sus cántaros y rociar sus miembros doloridos. El cura
de la parroquia, por el contrario, lo hacía al anochecer para no
poner en mal lugar la fama de milagrera de la Virgen del Enebro,
patrona del lugar, de la que ponderaba todos los días y desde el
púlpito sus poderes milagrosos.
_____ o _____