Un
amanecer más, tras el paseo acostumbrado, repasadas las noticias del
día, los dos amigos se sentaron bajo el árbol de las confidencias y
los desahogos.
-Contaba
Bertolt Brecht -recordaba el abuelo Simón a su compadre-, una
historia que le sucedió al señor K. Es algo que me ha hecho
pensar mucho en esta vida.
-¿?
Bertolt Brecht |
-Resulta
que el señor K caminaba por una estrecha acera y que llegado a un
punto no tuvo más remedio que cruzarse con un peatón. Como el
espacio era mínimo -explicaba el abuelo Simón-, uno de los dos
debía bajar al camino.
-¿?
-Pues
que combinando cortesía, edad y sentido común no le correspondía
al señor K descender -explicaba el abuelo Simón-. Los dos
transeúntes se retaron con la mirada y para evitar males mayores el
hombre mayor, humillado, pisó el barro del camino cediendo el paso
al militar.
-¡Ah!
-Militar
fascista, nazi para más señas.
-¡Ah!
-El
señor K tuvo más inteligencia que orgullo, menos mal.
-¡Ah!
-El
ego es una bestia muy difícil de domar -sentenciaba el abuelo Simón.
Y antes de que su compañero le contestara le señaló con el bastón
amenazadoramente-. Y no me digas más veces ¡ah!
Bueno,
no hubo contestación, más bien una risa floja...
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