16 ene 2015

Diferencia entre ganar guerras o batallas

Roberto Ruiz
Esta es la historia de un gato que caminaba por un alto muro a salvo de los perros del lugar y que se percató de que su sombra creaba un monstruo tenebroso en la pared en la que descargaba su fuerza el sol. Así mismo descubrió que un solo movimiento de su cola u orejas producía una repentina desconfianza en cuantos deambulaban junto a la pared. Así que decidió utilizar su poder para hacer justicia con sus enemigos recalcitrantes. En poco tiempo, con solo erizar su lomo, puso al galope a tres canes, dos gatos invasores e, incluso, una bandada de cuervos carroñeros. Así que se animó y esperó al perro mandamás, uno que le hacia sufrir duro todos los días y noches. Cuando pasó por el lugar, agitó su cola, mostró sus dientes, erizó su tupida piel y consiguió dar un susto de muerte al can que, por instinto se puso a correr con el rabo entre las patas. Esto le produjo tal placer al minino que emitió un maullido victorioso que le traicionó, pues si bien los primeros gestos surtieron efecto en el sabueso, esto último puso al perro sobre la pista del asunto e hizo que cambiaran las tornas.
Al día de hoy, y ha pasado ya un tiempo, un gato famélico sigue encaramado en el muro sin atreverse a descender al suelo y un perro ofuscado merodea implacable por la zona.
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