Doña Mercedes,
recluida en casa por culpa del mal tiempo, no se aparta del mirador
desde donde observa todo cuanto ocurre en el exterior. Tiene
clavados los ojos en una pareja que camina por la plazoleta de
enfrente a paso lento y que juguetea con un perro al que lanzan un
palo que éste recoge presuroso y devuelve a sus dueños una y otra
vez. Llueve con intensidad.
La mujer viste un pantalón de pata ancha que arrastra por el suelo y
ya acarrea unos cuantos litros de agua colgados en las pantorrillas,
aparte de los que ya acumulan sus zapatillas de tela. El hombre, de
una pronunciada calvicie, lleva unas gafas en cuyos cristales se
apelotonan incontables gotas de agua.
-Perrito harto
inteligente -comenta la cuidadora de la anciana.
-Más que los dueños
-le replica doña Mercedes que tiene muy claro el porqué-. El perro
no se constipará, ¿cierto?
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