20 jun 2014

Infancia responsable

Para conciliar el sueño le sugirieron que contara ovejitas. La inocente niña, cubierta hasta las ojos con el embozo de la cama, inició el procedimiento imaginándose unas ovejitas que iban entrando a saltos en el aprisco de una en una. Finalizado el recuento decidió que ya era hora de cerrar los ojos, pensando en el confort de las 342 ovejitas en su refugio. 
Pero un temor mantuvo a la niña en vigilia durante toda la noche. En la puerta no había un cierre fiable y ella era la única capaz de ahuyentar al lobo. Así que se mantuvo despierta hasta el amanecer, momento en el que abrió la puerta a aquellos afortunados animales y los mandó a pastar a la pradera. Y ya fue capaz de quedarse dormida.
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