11 abr 2014

Trigo limpio


Cuando se enteró de que la policía había entrado con gran despliegue y tremendo escándalo en el apartamento de su vecino a las 4'00 horas de la mañana y que se lo había llevado detenido bajo una grave acusación, se santiguó, como hacían los antiguos, y cuando un reportero de una televisión local le pidió su opinión, se llevó la mano a la boca para exclamar lo que pedía el guión,
-No me lo puedo creer. Si era un vecino ejemplar -y lo argumentó-. El juez está en un error.
A la semana cambió el discurso y ya elaboraba frases más certeras.
-Es que llevaba una doble vida, ¿quién lo iba a sospechar?
Así es como acabó aceptando la versión oficial que lo presentaba como delincuente peligroso, presunto autor de terribles fechorías que no reparó en medios para conseguir sus objetivos.
Y le dio por pensar que detrás de cada persona se puede esconder una vida encubierta y secreta que, de saberse, podría dejar estupefactos a todo el vecindario. ¿Cuál era su caso? Lo pensó brevemente y sintió vértigo, reaccionando como si despertara de un mal sueño. Algo debió ver.
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