Hablamos
de Vermióforo, el que es tenido por el primer filósofo del mundo
gusanil. Su madre era una mariposa pizpireta que colocó un huevo en
una incipiente flor que más tarde se convirtió en fruto donde el
huevo se desarrolló hasta alumbrar un gusano hermoso y sano que se
aposentó en el lugar, horadando una manzana con numerosas galerías.
Como vivía solo y sin compañía, no recibió conocimiento alguno
sobre el mundo exterior y hacía todo por puro instinto. Incluso
filosofaba de vez en cuando.
A
la par, Vermióforo el Breve engordaba y crecía como manda la
naturaleza, echando la siesta en el orificio de la manzana donde
vivía y gozando como un turista playero del sol. Y lo hacía con
tanta osadía que no pudo evitar que un pájaro depredador se fijara
en él y lo raptara con un certero picotazo. Cuando era transportado
por el aire, camino del nido donde iba a servir de alimento a la
nidada, tuvo tiempo para repasar toda su vida y encontrar sentido a
su paso por este mundo.
-¡Qué
bella es la vida! Primero vivo rodeado de alimento y ahora viajo por
el mundo en este pájaro tan gentil y hermoso.
En
llegando al nido del raptor no hizo otra cosa que admirar las bocas
abiertas y ansiosas de 5 pajaritos que le recibían alegres y
festivos, con un aletear torpe que a Vermióforo el Breve le
parecieron aplausos de bienvenida. Y no pudo menos que filosofar de
nuevo.
-¡Que
bella es la vi...!
Y
calló para siempre el primer filósofo conocido del mundo de los
gusanos, Vermióforo el Breve, hijo de una mariposa que cumplió con
su obligación, séase, traerlo al mundo. No más.
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