29 nov 2013

El figurante con "cara de antiguo"

Se apuntó entusiasmado a un casting en el que pedían figurantes para una película del Oeste que se rodaba en su localidad. Cautivó al director con su figura desgarbada, ojos bizqueantes y "cara de antiguo”, así lo definió en una primera impresión, y fue citado con día y hora para la primera sesión. Esperaba cobrar nada menos que 125 € y comida por día. El primer día pasó por maquillaje y le colocaron dentro de un ropaje de buscador de oro del siglo XVIII en la lejana Alaska. Su trabajo consistía en dar ambiente entre los parroquianos de un viejo salón, donde todos bebían whisky, en realidad té, y él comía un espeso guiso de carne con patatas, zanahorias y guisantes en un primer plano de mucho realismo. Tanto que en cada toma debía tragar no menos de tres cucharadas. La belleza y la verosimilitud que daba a la escena arrancaba aplausos del entusiasmado director que no dejaba de felicitarle en cada una de las repeticiones con palmadas en la espalda y frases del tipo “eres un crack”. Desde la sexta hasta la novena toma, de espaldas, sólo tuvo que hacer gestos con la cuchara de palo, pero ya desde la décima tuvo que reiniciar la ingesta de aquel guiso frío y cada vez más vomitivo, simulando una avidez que ya no sentía. En la vigésima toma se desmayó y tuvo que ser llevado al hospital con una perforación en píloro. Y no volvió más al rodaje.
El director bramaba con frases como “ya no hay actores como los de antes que no cascaban nunca”, “esto me pasa por trabajar con aficionados”, “me cago en el seguro que nos va a dar un palo”. Desde luego, nunca supo el nombre del figurante, el de “cara de antiguo”.
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