1 dic 2013

Ambición

Víctor Belicosus se ha sentado en un banco y parece que consulta su impresionante teléfono de última gama. ¿Qué hace? Busca el eco de sus últimas acciones. Sí, claro, es un triunfador. Quiere tener constancia inmediata del éxito en sus negocios, si le reconocen diariamente su valía, si el mundo, que no está a su altura, por supuesto, le rinde honores de continuo. También repasa con avaricia sus cuentas bancarias, relamiéndose con la acumulación de riqueza y angustiándose con la ralentización de su fortuna. Y mira a los más como adoquines sobre los que pisar en ese largo camino del triunfo... 
Además repasa su correo y barre las redes en las que se mueve, tratando de encontrar quién le llama, quien le quiere, quien le necesita. Parece ser que nadie. Herido por el desapego, tiene un brote de cólera que traduce en orgullo por medrar aún más, por demostrar a todo el mundo que es el mejor. Y se levanta del banco dispuesto a seguir peleando en este mundo injusto para él, redoblando esfuerzos, acumulando méritos y saciando sus ambiciones. 
Y se aleja pisando enérgicamente, tratando de sacar un gemido a cada adoquín del camino. Pisa con fuerza.
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