26 nov 2013

Catarsis 2.0

Tenía tanto miedo a la soledad que decidió vivir siempre acompañado. Así qué llenó su entorno de aparatos que le daban la sensación virtual de estar rodeado siempre de gente. Su casa era un compendio de tecnologías de imagen y sonido y por la calle se le veía siempre como un hombre fundido a unos auriculares o atado al teclado de su móvil de última generación. En contadas ocasiones prescindía de sus herramientas para prestar ojos y oídos a personas de carne y hueso.
Pero un día ocurrió lo inevitable de la forma más inesperada: un desgraciado accidente en un paso de cebra, causado por su ensimismamiento, hizo que un tranvía le rompiera ambos brazos a la altura de la muñeca. Y ¡ay, desgracia!, se quedó inútil e incapacitado para muchas tareas que había convertido en imprescindibles en su vida. Llevó mal el no poder atender por sí mismo necesidades propias de aseo, alimentación y cuidado, pero sufrió lo indecible, hasta la desesperación, por no poder pulsar una triste tecla o deslizar la yema de sus dedos en cualquiera de sus artilugios.
Evidentemente tuvo que adaptarse a la nueva situación y en ello tuvo que ver mucho su querida abuela que le atendió solícita, le suplió durante una temporada en lo que pudo y colmó toda su vacío tecnológico con una vetusta radio de pilas en la que se oían interminables entrevistas, noticiarios, partes meteorológicos, publicidad redundante, música desconocida para él, concursos y hasta la santa misa por la mañana, esquelas a diario, felicitaciones de cumpleaños y el rosario vespertino de rigor... Varias veces pensó en la vacuidad de la vida y en la posibilidad de suicidio, pero lentamente sufrió una catarsis que le devolvió a la vida: Descubrió que existía otro mundo de gente variopinta con muchas vidas diferentes y posibles, mucha gente capaz de hacer algo más que contemplar su propio ombligo.
Por supuesto que se recuperó en el plazo previsto por los médicos. Pero desde entonces fue otro.
_____ o _____

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