3 nov 2013

Conversaciones en el tranvía

-Mira hija, que nos han puesto un ascensor nuevo que se para cada dos por tres.
-Estarán estabilizando el mecanismo, pienso yo.
-Lo que sea. A mí me da miedo entrar y no lo uso por si me quedo dentro.
-Pero te sacan en seguida, mujer, que para eso tienes un timbre.
-¡Uy! Yo ya no estoy para dar saltos.
-Pero esto ocurre al principio, luego ya verás qué bien funciona.
-Para mí que lo han comprado en los chinos.
-Anda, no seas pesimista
-Ni tú tan inocente.
Llegados a este punto de la conversación el narrador no puede menos que girar la cabeza para conocer a las dos protagonistas de diálogo tan surrealista. Y su sorpresa es grande. La que parecía mayor y con dificultades de movilidad, la pesimista digamos, era una mujer efectivamente madura pero de aspecto joven y decidido, de las que no se arredran en cualquier situación. La optimista y de pensamientos positivos era joven y de claros rasgos orientales, probablemente china.
Ni que decir tiene que al narrador de esta historia se le colapsa la mente y que dedica un tiempo a tratar de encajar el diálogo anterior en el nuevo contexto que se abre. Con astucia se dedica a escrutar a las damas y, al poco, descubre que la mujer, digamos, pusilánime es ciega, lo cual explica sus temores, y que su acompañante, la mujer de pensamiento positivo, es efectivamente china y, oh sorpresa, hija de la primera.
-Vamos mamá, que hemos llegado a la parada.
Desde luego, el observador advierte que eliminando prejuicios logrará entender mejor este mundo.
_____ o _____

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