14 sept 2013

Perra vida

Se sentía tan bien tratada por la vida que no tenía ni asomo de duda de que era lo que le correspondía. Su innegable belleza, la frescura de su conversación y la inocencia que rebosaba su persona la convertían en una mujer admirada y en blanco de adulación. Era claro que estaba destinada a triunfar en la vida. Pero bastó un cambio inesperado, de esos cuya visita nadie desea, para que conociera el lado amargo de la existencia. Se quedó sin trabajo. Y poco a poco fue quedándose sin recursos y cada vez con menos amigos. La angustia del futuro la hacía temblar cada mañana, cada tarde y desesperarse por las noches.
No tuvo más remedio que humillarse, que pedir e implorar ayuda, primero a su madre, después al resto de la familia. Más tarde sobrevivió gracias a un amigo que transformó interesadamente en amante circunstancial. Cada vez más a menudo, y con tremenda humillación, acudía a instituciones de beneficiencia, al banco de alimentos... Por más que se preguntaba el porqué de su situación, más silencios encontraba por respuesta. Y la desesperación crecía, a duras penas contenida por un rescoldo de fe que aún anidaba en su alma confusa.Un día decidió dar el paso definitivo. Preparó todo meticulosamente, escribió una carta espléndida descargando de culpa y responsabilidad a sus seres queridos, dejó líneas cargadas de amargura y se despidió con una frase que resumía su sincero deseo: gracias por vuestra ayuda, me voy a buscar la paz, rezad por mí.
Aquella misma tarde ingresó como novicia en el convento de clausura de las Hermanas Clarisas de Paradas de la Breva. Le prometieron que en un año la harían fija.
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