23 sept 2013

La mosca pertinaz.

El abuelo Simón, hombre bregado en la vida y sobrado de escarmientos, se enfada vivamente ante televisor cada vez que un político ocupa la pantalla y habla a los cuatro vientos. Mientras lee periódicos pasa por parecido trance: Se enfada y piensa en voz alta, profiriendo algún que otro exabrupto.
-¿Qué se han creído estos, que son referencia de pensamiento y ética? ¿Los modernos oráculos? -Y cierra estas frases con voz chillona y airada-. ¡Que se vayan a freír espárragos!
Y a quienes se atreven a ponerle algún reparo sobre la importancia de tal función en la vida pública les responde enfurecido que...
-Vale, un gestor de la cosa pública puedo aguantar, pero un papanatas que nunca hace autocrítica, que me diga cómo debo pensar, qué debo hacer y cómo conducir mi vida... ¡No lo aguanto! ¡No saben de nada y hablan de todo!
De nada vale que le discutan la mayor.
-Encima tienen de aliado a la prensa y no son más que perritos falderos de la banca...
Es curioso cómo enlaza la ideas.
-En el siglo XIX y principios del XX hubo que combatir al clero que ocupaba demasiado espacio en la escena social -afirmaba señalando con el dedo índice al cielo-. Ahora que los hemos puesto en su sitio viene una nueva plaga de ineptos a jodernos.
Sólo cede cuando le mentan a su hijo, alcalde la localidad.
-Me refiero a los políticos que nos abruman con palabrería barata desde el púlpito de la televisión y los periódicos, que cobran...
Y cuando le cuestionan por esta diferenciación, sorprende a todos con una frase críptica y habitual en él para definir las cosas importantes.
-Los políticos locales son contingentes y necesarios, si no buenas hostias se llevarían.
Podemos asegurar que su vástago tiene aprendida la lección.
-Como para no hacerle caso -suele explicar el hijo-. Mi padre es como una mosca cojonera, ¿o no?

_____ o _____

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