Le propusieron un reto al abuelo Simón el primer día que pasó en la
Residencia de Día para ancianos de su ciudad. Tenía
que escribir un relato policíaco sin recurrir a la letra "i".
-No
voy a poder ni siquiera firmar -protestó. No obstante puso mucho
empeño en quedar bien.
El asesno
dsparó la pstola con tan mala puntera que desrozó la perna del
canche de la baronesa napoltana. El perro ladró de dolor y antes de
exprar dejó trazado en el suelo con su perna herda el nombre del
autor. La autordad polcal lo detuvo posterormente sn dfcultad.
Frmado,
abuelo Smón.
La
monitora del centro se enfadó un poco, porque, aunque el abuelo
Simón había cumplido la consigna, aquello no era un minirrelato
homologable literariamente. Y le explicó mejor el reto. Y esto fue
lo que escribió
El malvado
actuó sobre el percutor de su arma apuntando mal de cojones y asestó
un balazao que destrozó la pata del perro enano de la famosa
baronesa de nada menos que de Nápoles. El perro ladró de dolor y
antes de palmarla dejó trazado en el suelo con su pata maltrecha y
desangrada el nombre del autor de la balacera. Los mandamases locales
no consiguieron detener al culpable porque no encontraron modo de
llamarlo por su nombre, ya que como buen autóctono de la zona sur de
Roma, abundaban en su nombre las vocales esas que llevan un punto de
sombrero. Osea, que el honrado empleado del juzgado no
pudo detenerlo al no poder vocear su nombre en el arresto y reclamar
su culpa. Manda huevos de leguleyos.
Corresponsal,
El abuelo
Symón
Desde aquel
momento la monitora del centro de asistencia a la tercera edad supo
que tenía delante un hueso duro de roer.
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