24 may 2013

Ancianos indignados


-La vida cambia una barbaridad -comentaba don Aurelio en el círculo católico de la localidad-. Yo sé lo que pasa en el mundo leyendo “El Progreso” y mi nieta, un día antes, ya lo han leído en su móvil...
-Eso no es nada -le replicaba don Manuel-. Ahora, inclusive, se orientan con mapas en el teléfono ese del diablo, saben hasta cuándo llega el autobús y ¡el tiempo que va a hacer...!
-Pero si ya pagan todo con tarjeta de banco -le cortaba don Sebastián, antiguo boticario, reconvertido en sacristán por devoción-. Ya ni tienen cuartos para el cepillo...
-¿Dónde vamos a parar?- se preguntaba don Aurelio.
-Esto ya no es como antes -se quejaba don Manuel.
-Tenemos que hacer algo -sugería el sacristán.
-Eso, escribiré una carta a “El Progreso” denunciando este declive.
-Otra más, que ya llevamos cuatro en este mes.
-Si queremos que mejore el mundo, ya se sabe- decía don Sebastián.
Y así todos los días, semanas y meses.
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