22 abr 2013

7 vidas son pocas para Mefisto


A los dos minutos de romper por enésima vez con su única novia de toda la vida, oyó a su gato decir simplemente ¡miauuuu! y perdió la compostura. Asió por el rabo al minino, lo zarandeó en el aire como una centrifugadora industrial y lo lanzó por la ventana.
El gato cumplió por enésima vez su obligación: aterrizó como pudo a cuatro patas, según las ordenanzas gatunas y, según el protocolo de mediación en conflictos de pareja que se aplicaba en el caso, acudió a la casa de la dama despechada, se acurrucó en sus brazos para darle consuelo y lamió sus lágrimas.
Al amanecer, aún maltrecho por el aterrizaje, cumplió la última parte del protocolo: regresó a la casa del organizador de viajes aéreos que, con el primer maullido (de nuevo un ¡miauuuu! escueto y débil) supo que era la hora de tomar el teléfono y recomponer los lazos con su amada.
Y es que, ya lo dijo Rodríguez de la Fuente, hay gatos que se ganan el sueldo.
_____ O _____

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