El dron seguía a la multitud que huía a no se sabe dónde con todos los bártulos y enseres que podían acarrear. El dron no atacaba, apenas vigilaba al gentío, ni fotografiaba siquiera, hablaba. El llanto nítido de un niño horrorizado dominaba el ambiente y la presión que sufrían los caminantes en fuga era aterradora. Es un arma efectiva y barata, presumía un general del bando agresor. Que asciendan al soldado que la ha diseñado, proponía. No hay como la guerra sicológica, je, je.NOTA: Texto presentado en el concurso Letras como Espada en octubre de 2025. Condiciones y tema: No más de 500 caracteres y "letras como espada" como tema. Finalista__________
Cuando sonaron las campanas de la aldea los vecinos se temieron lo peor. Eran campanadas lentas y espesas que parecían despedir a un muerto. El viejo Simón se azoró, agarró su gaita y la hizo sonar con una música alegre. Sus convecinos salieron a ver qué era aquello. Es que, explicaba el anciano, quiero que sepáis que yo estoy vivo, que no estoy muerto, que es el viento el que agita los badajos. Se despidieron con un abrazo. NOTA: Texto presentado en el concurso El muro del escritor en octubre de 2025. Condiciones y tema: No más de 500 caracteres y "Nuestros Mayores" como tema. Finalista.
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Se desató una guerra terrible en la que dos bandos luchaban a muerte. Cada uno de ellos describía al enemigo a su gusto, que no merecían vivir, que no eran personas, decían. Para el bando A los contrarios eran alimañas y se les masacraba sin piedad ni escrúpulos. Para el bando B los adversarios eran demonios sin corazón. Y deshumanizados todos con tales argumentos y ante el estupor del mundo entero estuvieron mucho tiempo hiriéndose de muerte hasta hartarse.NOTA: Texto presentado en el concurso de Mundo Escritura en octubre de 2025. Condiciones y tema: No más de 80 palabras y "La lupa" como tema. Finalista. _________
Estábamos en Cuzco recorriendo la ciudad y disfrutando de las maravillas que encierran su plaza, sus calles, sus monumentos, su historia, sus gentes... Los vendedores, indiecitos humildes como los describía el guía, se nos acercaban a ofrecer sus artesanías, comida, posaban en fotos a cambio de unas monedas y hasta se ofrecían a acompañarnos... Los turistas regateaban para conseguir precios ventajosos e incluso daban monedas a quienes se ponían más pesado o les parecía necesitado. Pero me llamó la atención un señor mayor que se detenía a conversar con ellos, se interesaba por sus vidas, elogiaba sus mercancías y pagaba lo que pedían sin escatimar un céntimo. Alguien del grupo se lo reprochó. Puede sacarlo más barato, ¿por qué no regatea? Su trabajo hay que valorarlo y se lo merecen. Pagar menos es como robar, explicó. Pero eso es hacer caridad, le reprochó. Tú lo has dicho, respondió. Lo mío es caridad envuelta en dignidad. Se lo merecen, ¿no? __________