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Juan Badaya, domador de dinosaurios
Es cierto que detrás de cada ser humano se esconde una historia, pero no es menos cierto que a cada persona le acompañan otras muchas más historias, tantas cuantas dinosaurios encuentra en cada despertar...
21 nov 2025
La cuna de la civilización
Cuentan de un sumerio que vendía en el mercado de Uruk frutas, verduras y hortalizas de la vega del Éufrates. Cuentan que hacía rayones en una tablilla de arcilla y que tenía una memoria prodigiosa para llevar la lista de proveedores, ventas y dineros que cobraba. Un día un rey, cuyo nombre se ha perdido en lo profundo de los tiempos, le hizo llamar para probar la capacidad pasmosa de recordar que tenía. El aludido apareció con una tablilla y le juró al rey que en un mes le recordaría lo que le contaba sobre sus hazañas en los campos de batalla. Y en ello quedaron, no sin antes comprobar que aquel hombre citaba con mucho detalle las cuestiones que le planteaba el monarca sobre su negocio. Transcurrido el tiempo, se encontraron de nuevo el ya rico comerciante de la tablilla y el rey. En un rato le repitió toda la narración de sus hazañas. Dejó pasmados a todos los presentes, entre los que estaba el sumo sacerdote que le preguntó cómo conseguía que los dioses le inspiraran tanto. Es la tablilla, contestó el comerciante. Yo guardo mis ideas aquí, señalaba la tablilla de arcilla, y luego las miro y sé qué decir. ¿Cómo? Era el rey el que lo preguntaba. El mercader le acercó la tablilla y explicó: Esta raya con curva y cuatro rayitas es el caballo que derribó a la reina en la plaza de Uruk en la fiesta, y cada vez que lo miro me acuerdo de la historia que su majestad me contó. Este otro rayón es el tablero de El Juego Real y sus siete fichas que me trae otro cuento suyo. Estas dos rayas que se juntan arriba es el sumo sacerdote el día que le casó con la biznieta de Gilgamesh... Yo mirando esto repito lo que recuerdo que su majestad contó... Y así progresivamente fue exponiendo cómo cada signo le traía recuerdos. El rey se lo tomó muy a risa y lo hizo llamar muchas veces para conversar con aquel hombre de memoria prodigiosa. No le importaba oír la misma historia y se enfadaba si se dejaba algún detalle. Con el tiempo aquel entretenimiento perdió fuelle, disminuyó el interés y cayó en el olvido. No del todo, porque el sumo sacerdote hizo que le robaran las tablillas y con el tiempo llegó a establecer con ayuda de toda la casta sacerdotal unos signos que servían para recordar. Y se cree que ahí debe estar el origen del primer alfabeto del mundo, un alfabeto al que la historia hizo que se le denominara escritura cuneiforme. En Sumeria, ciudad de Uruk en la ribera del río Éufrates, hace unos 3.500 años a.C.
19 nov 2025
Él también murió en la hoguera
Estoy sujeto con grilletes a una argolla reciamente unida a una roca que está en los cimientos del castillo. En lo alto de la mazmorra hay un boquete por el que entra algo de luz. El carcelero ha querido tener conmigo un detalle y ha quitado las telarañas y ya me entra un rayo de luz que se mueve al ritmo en el que el astro rey camina hacia el oeste. Pero me deslumbra y me atormenta. Le he pedido al esbirro que me lo tape con heno. ¿Estás loco? Esto es parte de la tortura, me ha dicho. Acabará cuando confieses quién es la bruja que ha hechizado a la hija del rey. Estoy por decirle que la molinera, porque me cae mal y me sisa harina cuando voy a moler centeno. ¿Bruja? Ni sé qué es eso, yo quiero librarme. Diré que la vi besar un sapo.
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17 nov 2025
Diálogos inocentes
La maestra presentó a sus pequeños estudiantes una foto y les pidió que dieran su opinión. Dijeron de todo, aunque, como siempre, la opinión de Nora Noa la dejó sin dormir aquella noche. Es una frase muy bonita, empezó la niña. No es frase, es una sola palabra, un verbo exactamente, corrigió. Es que la pared, insistió, es pequeña y el pintor pone la primera palabra para que cada uno se invente la frase entera. Y tú ¿qué pondrías? Pues, por ejemplo, soñar, vaciló un instante, “soñar es cosa de niños, los mayores se duermen y no hacen nada”. Bueno, eso no es cierto, yo sueño, decía la maestra. Sí, pero de niña ¿en qué soñabas? En ser feliz, por ejemplo. ¿Y lo has conseguido? Bueno, a veces sí, a veces no. ¿Ves? Te has dormido, argumentaba la niña. La docente pasó al ataque. Oye y tú ¿en qué sueñas? En aprender, tener amigas, jugar, reírme mucho... Y ¿lo has conseguido? Sí, porque no me he dormido y no me he cruzado de brazos, como los mayores, afirmó la niña con los brazos en jarras muy segura de sí misma. La maestra suspiró. Y ¿qué sueñas que vas a ser de mayor? Tengo dudas. Quiero ser dos cosas a la vez, bombera y alcaldesa. Mi madre dice que esas dos cosas no pueden ser a la vez, pero yo sí lo voy a hacer. Vale, vale. Cuando de viejita se me queme la casa espero verte. Eso nunca, tienes que soñar con cosas mejores. ¿Ves como no sueñas?
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14 nov 2025
Selvas hay en todas partes
Estaba tan cansada que se sentó delante del televisor a ver lo que fuera. Encendió el aparato y se quedó con los ojos clavados en lo que veía: Un león de melena soberbia zarandeado en el aire por un rinoceronte. Se fijó mejor y vio cómo un colega del paquidermo llegaba a la carrera y embestía de nuevo con su cuerno al desdichado rey de la selva que volvía a salir por los aires como si fuera un trapo. Inmóvil, no pudo ver cómo el grupo se apresuraba a rodear a una cría que parecía aparentemente sana. Entonces se arrancó el narrador dando cuenta de lo sucedido. Resaltaba la valía del grupo para defenderse y la inferioridad del rey de la selva ante el colectivo. Y repetía aquello de depredador humillado. Y ella, la televidente de esta historia, se durmió en el sofá soñando que era un unicornio que embestía a su marido por su estúpido complejo de superioridad, a sus hijos por abusar de todas sus energías y comerse su tiempo, a la vida, porque le enseñaba que ser sumisa, servicial y resignada era su papel en este mundo. Tuvo mal dormir, porque cuando se incorporó lo hizo con el genio de un rinoceronte furioso y acabó poniendo firmes y en guardia a toda la familia. Aquella noche los dos hijos y el padre no dijeron ni “mu”. En el fondo eran buena gente.
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