19 sept 2025

La cruz de Perea


Pasaron los años y todo el mundo se olvidó de Perea. Durante años hubo una cruz de cemento al borde de la carretera y quienes pasaban por allí musitaban a veces una jaculatoria y pedían por su alma. Otros preguntaban a los mayores y muchos ni siquiera pensaban por qué estaba la cruz allí. Con tres generaciones por detrás todavía quedaba alguno que recordaba vagamente que aquello había sido un crimen, que alguien robó el dinero de la venta de una vaca y que el asesino no fue nunca localizado. Hace unos 10 años ampliaron la carretera y retiraron la cruz, dejándola abandonada tras un antiguo pretil, junto al río. Nadie respetó la memoria de Perea, pues un peón de la empresa constructora así lo decidió. Pero yo sé algo más. Hace años me llegó una confidencia. Me contaba un amigo que él oyó a un vecino ya fallecido que aquello fue un crimen de juego, que en aquellos tiempos, en la caseta del paso a nivel ya desaparecido, la gente se jugaba a las cartas hasta la hacienda y eso fue el motivo del crimen. Uno de los jugadores, por lo que se sabe, hombre que contaban con cierta impunidad en aquellos tiempos de la posguerra, decidió cobrarse una importante deuda por la fuerza. Le esperó una noche en la carretera y acabó con su vida. Y a la misma velocidad que ocurrió el asesinato se corrió un tupido velo sobre aquel suceso. Las autoridades no mostraron interés en esclarecerlo y las sufridas gentes del lugar no querían saber nada. A lo sumo les llegaba algún murmullo que espantaban rápidamente. Aquel hombre rudo y orgulloso era temible, mejor callar. En fin, ésta es la historia de Perea según una versión verosímil. Lo malo es que yo me sé el nombre del autor del crimen y, dado que no hay nada que rascar, que sus descendientes no tienen ni culpa y son gente de bien, yo me sumo a la gente que hizo del silencio una estrategia de paz. Me consuela creer que soy el único que mira con el rabillo del ojo detrás del pretil donde está olvidada la cruz de Perea.
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