Aquella mujer explicaba qué es lo que hizo para salvar a un bebé que de repente dejó de respirar. Yo sólo soy auxiliar de enfermería y tengo una merma de un 85% de visión. Eso me hace ser un poco cobarde. Pero en cuanto pidieron por megafonía un médico o enfermera para una emergencia me acerqué. Fui la única que lo hizo. Nada más llegar me colocaron un niño de poco más de un mes en los brazos. Era negro y no supe ver en su piel si estaba poniéndose morado o no, pero sí noté que, aunque estaba caliente, no respiraba, había entrado en parada cardiorrespiratoria. Recordé que en esa edad tan frágil la reanimación se hace con dos dedos, nunca con la mano. Y empecé a masajear suavemente sin saber si iba a ser efectivo. Era desesperante. Masajeaba sin parar, sin pausa, con mucha fe. Y al cabo de un tiempo que se me hizo interminable, comenzó a respirar, poco a poco, cada vez mejor. Al fin abrió los ojos, soltó un quejido e hizo un puchero, el más bonito que he visto en mi vida. Lloré yo y lloró todo el pasaje del avión. La madre me abrazó y el niño, pobre de él, tosía y me miraba sin saber qué pintaba yo allí. Los pasajeros que estaban cerca se arrancaron en un aplauso que aún retumba en mis oídos. Hoy día lo cuento y sigo emocionada. Mi marido, que es un cachondo, dice que la mitad de los aplausos son para él, porque tenemos gananciales. ¡Je, je! Ahora es fácil reírse. Pero esto, lo juro, es lo mejor que he hecho en mi vida.
NOTA 1: Basado en hechos reales. Fátima Román la heroína. Ver prensaNOTA 2: Texto finalista en el concurso Creatividad literaria de junio, modalidad cuento breve, de entre 1000/1500 caracteres y tema "Héroes cotidianos".
__________
No hay comentarios:
Publicar un comentario