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Es cierto que detrás de cada ser humano se esconde una historia, pero no es menos cierto que a cada persona le acompañan otras muchas más historias, tantas cuantas dinosaurios encuentra en cada despertar...
18 jul 2025
Los viejos tiempos que ya se han ido
Me lo contaba mi amigo Julián. Decía que en su pueblo era muy curioso cómo rebautizaban a los emigrantes que regresaban al pueblo en las vacaciones de verano. Les cambiábamos el gentilicio. Ya no era manchegos como tales, que es lo que les correspondía, sino se les aplicaba el del lugar donde residían. Yo soy madrileño, decía uno, otros eran valencianos, canarios, vascos, andorranos... Había, además, un alemán y dos franceses. Y no veas cómo defendían su tierra de adopción. Se sentían muy orgullosos de su equipo de fútbol, si es que destacaba, de un motorista campeón del mundo, de las paellas, de sus paisajes, del sol que disfrutaban, de la cerveza que bebían y hasta de Brigitte Bardot. Uf, menudas discusiones se montaban. Pero el que más presumía era Pepé, con tilde, el francés, nieto de Filomena, la del estanco, que apareció un año con un Citroën Tiburón de color café con leche. Su mujer era muy guapa y hablaba en francés con ella, aunque sabíamos que era oriunda de Almería. Dejó de venir varios años, porque en fiestas y durante el encierro de toros, un morlaco se saltó el vallado y cayó de golpe sobre su exótico coche. Las malas lenguas, Julián contaba, dicen que se quedó sin vehículo y tuvo que acabar de pagar en varios años más. Por cierto, se reía mi amigo, aquel día oyeron hablar en español por primera vez a su mujer. “La madre que te parió, so cabrón”, dicen que le gritó en plan castizo al toro aplastacoches. Pero no todo eran risas, que había cosas que no me gustaban de los forasteros, comentaba mi amigo; era las despedidas, porque siempre los jóvenes nos echábamos una novieta y se marchaban llorando. Éramos tan románticos...
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