4 abr 2025

Camareros irreverentes

Nunca me había percatado de lo que se puede cocinar en el interior de la una cafetería. Ocurrió que no había sitio en la terraza y tuvimos que acomodarnos dentro, cerca de la barra donde los camareros trajinaban con los pedidos. El ritmo era fulgurante y las conversaciones constantes. En la 8, decía una camarera, piden un café clarito, caliente, con leche de soja y sin espuma. Manolo, métele un cortado sin más. Y buscó mi complicidad con una sonrisa maliciosa. Yo andaba estupefacto, pero no acabaron ahí las sorpresas. Y Manolo, contaba, búscame un novio que yo regalo al mío un día de estos. Anda, engaña a un cliente, le proponía el colega, conmigo no cuentes. El jefe, andaba cerca de la caja y no seguía la conversación. La camarera salía y, viendo mi confusión, me lo aclaró. Es alemán y no entiende la mitad de lo que decimos; él se lo pierde. Yo seguía con los ojos a cuadros. Más aún, cuando regresó aquella activa mujer con un café en la mano. Que dice el gilipollas que está frío, Manolo. Yo le retorcería el pescuezo, dijo haciendo un gesto con las manos muy ilustrativo. Este sale hoy escaldado, contestaba Manolo, se queda sin lengua y tú sin novio. La camarera regresó de la terraza sin poder contener la risa. En el primer sorbo ha soltado la taza y tiene el café en la bragueta, ja, ja, ja. Dame el trapo mojado que hay que limpiárselo, ja, ja, ja. Hoy cae, se reía el compañero. Pagamos nuestra consumición y dejé una buena propina. El buen rato pasado lo merecía.
_________



No hay comentarios:

Publicar un comentario