Estudiar y/o aprender

Me leí Hamlet de Shakespeare entero y no entendí nada, confesaba el alumno que recién había pasado con nota brillante los exámenes de selectividad para acceder a la universidad. Pues justo ese día, le replicaba su padre, te pusieron un texto de esa obra para comentar. Ya, pero yo me defendí con los apuntes que me pasaron. A fin de cuentas, argumentaba, yo aprendí en el instituto a pasar exámenes. Pues yo pensaba que aprendías cosas útiles para la vida, razonaba el padre. Pues no, insistía el hijo, sobre la vida se aprende más en la calle y en casa. ¡Uf! Me dejas un poco confundido, hijo. Y parece que ahí acabó la conversación. Pero no, porque ya entrada la noche el hijo recibió un mensaje de WhatsApp en el que su progenitor le explicaba que estaba claro la enseñanza de la tragedia shakesperiana. Mira, al padre de Hamlet lo mató su propio hermano que luego ocupó el trono de Dinamarca tras casarse con la reina, la madre de Hamlet. Pero resulta que éste recibió en sueños un mensaje de su difunto padre pidiéndole que se vengara del asesino y pusiera orden en la casa. Pero Hamlet, aquí está la trama, no cumplió esa petición, porque se centró más en marear la perdiz con el conflicto interno y moral que tenía en la cabeza, llegando a plantear muchas preguntas filosóficas sobre el género humano, como la duda y vacilación ante el dilema entre perdón o venganza, entre entrar en acción o mantenerse en la inacción , entre ser o no ser, entre ... En resumen, te digo hijo mío que he visto cómo actúa Hamlet dando vueltas en la cabeza al problema sin hacer nada y al final deja sembrada la duda de cómo asumen los jóvenes las responsabilidades que dejan pendientes sus progenitores cuando estos mueren. O sea, concluía el mensaje, nada que a ti no te pueda pasar. El hijo respondió rápido: ¿Ves? Se aprende más de los padres que preparando exámenes. Y de Google, hijo, de Google, escribió el padre.

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