14 ago 2024

Mafias

Quedé citado con un montón de desconocidos en un despacho enorme. Me dieron un papelito con el número 31. Es para guardar el anonimato, dijeron. Cuando nos empezaron a llamar, nos acercábamos a una mesa, nos hacían mirar un espejo en la pared y nos íbamos después de firmar en un folio. Todo funcionó sin problemas hasta el número 30. El siguiente no. He perdido el papel, dije asustado. No puede seguir, usted es un inidentificado a todos los efectos; retírese al rincón. Allí estuve una hora larga. Tenemos que repetir proceso con usted, pase por caja. Pero, ¿cómo? ¡Si ya he pagado! Cinco matones me rodearon. Uno de ellos soltó un lacónico "no consta" y me señaló el camino de la caja. Dejé tres mil dolares, por segunda vez. Completé el trámite harto de ira entre las sonrisas humillantes de los matones. Y me fui con los desconocidos que seguían en un silencio tenso. Nadie sonreía a pesar de tener ya papeles para entrar como legales en el país vecino. Nos fuimos, no sin mirar hacia atrás. Uno de los nuevos compañeros me contó que vio como el gorila bajito me había robado el papel. No dije nada, confesó, porque estaba acojonado. Me enfurecí como nunca, pero pronto me asaltó de nuevo el miedo. ¿Podría pasar la frontera con aquellos papeles falsificados por aquella chusma miserable?
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