Empate moral

De niños habían sido muy amigos, inseparables se podía decir. Con el tiempo se distanciaron, uno con una vida brillante en lo profesional y en los demás se supone que también. El otro llevaba una existencia discreta, con una familia asentada y una situación económica digamos que solvente. El uno no se acercaba al otro por un resquemor que le agitaba por dentro. Se acordaba de aquella ocasión que le había sido desleal dejándole tirado en una situación comprometida. Se trataba de un hurto en el supermercado. El futuro triunfador lo solventó, pero vio que su supuesto amigo le abandonaba. La relación se enfrió y hasta desapareció. Hoy día, cada vez que lo ve en algún canal de televisión pasa un mal trago. Me porté mal, se dice, mientras le comen los remordimientos. Hasta que un día saltó la noticia: El antiguo amigo estaba enredado en una red de amaño de partidos, parece ser que como cabecilla, y salió imputado con peticiones de penas considerables. Sintió un gran alivio. Ya no tenía que verse en inferioridad moral, ya eran dos canallas del mismo pelo, cada uno con sus penas. Se podían tratar de tú a tú. 

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