27 may 2024

Maestro irreverente

El maestro mostró a sus alumnos la imagen de un fiero león. Quería explicarles cómo era el rey de la fauna de las grandes sabanas y que conocieran al mayor depredador carnívoro de los ecosistemas africanos. Estaba seguro de que sus fauces abiertas les darían terror y entenderían qué era la cadena trófica, donde unos animales se comen unos a otros y completan la cadena alimenticia... El caso es que mostró en pantalla al león que ilustra este relato convencido de su efecto terrorífico y, oh sorpresa, antes de que el docente arrancara a hablar, los escolares se animaron a dar ideas. Ay, qué guapo, dijeron los unos y las otras. Parece que se ha levantado de la siesta y está bostezando, comentó alguien. Para mí que va al dentista y está entrenándose a abrir la boca, añadió un tercero. Pues para mí que se ha comido un limón y le joroba el sabor ácido, se reía otro más. Se está riendo de un chiste, aseguró una niña de melena parecida al león... El maestro alucinaba. ¿No os da miedo? ¡Qué va! Eso decían todos. En fin, el maestro se replanteó su estrategia y cambió de plan. Y les explicó lo que tenía previsto cambiando unos cuantos adjetivos. Así inició su discurso: Este simpático e inocente animal es un carnívoro inofensivo, es decir, no se alimenta de vegetales, sino de carne cruda que le ofrecen o donan sus encantadoras víctimas. Que sepáis que si un día vais de safari fotográfico por el Parque Nacional de Serengueti, por ejemplo, tendréis que darle un brazo o media pierna para que no pase hambre y que si os resistís, os dará tal zarpazo que nadie se podrá arreglar la cara ni con una maleta de tiritas. El alumnado se quedó perplejo no, espantado. Y más cuando el docente pronunció su última frase: Por cierto, la carne tierna de los niñas y niños la aprecia mucho. Se hizo el silencio. El maestro se reía para sus adentros y se cagaba, con perdón, en los efectos perniciosos de “El Rey León”.

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