3 abr 2024

El cuento interminable (II)

Los loros se llamaban Cape, Peru y Cita. ¿Te gustan los nombres? Me los he inventado yo. Me acordé entonces de la historia de ayer en la que mi nieta mató a un lobo, de una “piedrada” por cierto, por el delito de matar a una perdiz que luego ella se comió. ¡Ah, sí! ¿Le gustó a tu hermano? Mucho, aunque sólo tiene 2 años y le tuve que repetir las cosas muchas veces. Ya. Le conté que el lobo, que estaba escondido en un nido de loros en un árbol alto, salió de allí enfadado, porque Capa, Peru y Cita le estaban mordiendo el rabo. Salió corriendo y lo pagó con la perdiz que me había ayudado a encontrar el camino. ¡Qué mal genio! Y entonces yo le di... Una pedrada, interrumpí yo. Eso. Y lo dejé turulato. ¿No lo mataste? Sí, pero no. Es que luego vino una ambulancia y se lo llevó al hospital. ¡Ah! ¿Y se curó? Sí ahora va con una venda blanca en la cabeza. ¿Y volverá a portarse mal? No, porque Cape, Peru y Cita le morderán el rabo. Oye, pues has arreglado el bosque. La pena es la perdiz que te comiste. Bueno, era de metirijillas, ¿? Es que la abuelita le dio el biberón del hermanito y se puso bien. O sea, ¿que el cuento acaba bien? ¡Sííí! Oye, te inventas unas historias muy bonitas. Tienes que aprender a escribirlas. Abuelito, ahora se graban en el móvil, déjame el tuyo. Y allí empezó otra historia que se parecía en un 50% a la historia recién contada. 

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