12 feb 2024

Y la vida sigue

La cría humana es alucinante, comentaba el abuelo Simón. Fíjate en ese niño, le indicó a su amigo. Fíjate lo vulnerable que es, apenas sabe andar y tiene claro que debe acudir a su padre en cualquier problema. El niño, efectivamente, estaba levantando la mano para que su padre le ayudara a superar el bordillo de un jardincito. Tenía clara su intención: Saludar a un perro atado a un poste con el cartel de “prohibido perros”. El adulto le ayudó, pero supo guardar distancias por si el perro se excitaba mucho. El tío Machuca dejó escapar una sonrisa de felicidad cuando vio cómo el animal y el pequeñín hacían buenas migas. En unos años de indefensión se irá alejando poco a poco de sus progenitores, el abuelo Simón seguía hundido en sus pensamientos, y acabará olvidando a sus padres. El tío Machuca se sintió aludido. A mí no me ven mucho, pero sé que mis hijos no se han olvidado de mí. Ni de mí, pero no nos acompañan. En eso tienes razón, Simón. Figúrate Machuca que uno de los dos se muere. Viudos nos quedamos. No quiero decir eso, joder. El que se quede solo se queda ya sin compañía para siempre. Oye, que tenemos esposas todavía. Bueno, ya lo sé. Me refiero a los amigos. Lo de enviudar ya es la rehostia de soledad. Hala, venga no te pongas triste. Se rieron. El niño había soltado al perro del poste de “prohibido perros” y el padre andaba corriendo tras él. Ya ves, reía el tío Machuca, este niño hace cumplir la ley. Va para policía local. Hay futuro.

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