Oí voces a mi espalda y vi un hombre corriendo. Cuando llegó a mi altura, me esquivó y siguió huyendo. Muy cerca iba el perseguidor que, falto de aire que llevar a sus pulmones, se paró a mi lado. Soy incapaz de describir su cara de desesperación y rabia. ¿Te ha robado? Ni me respondió. Todos sospechábamos la impunidad del caco y sentimos impotencia. ¿Y él? Él se quedó con el problema. Creo que hasta era extranjero. Peor.
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