Mi padre murió en un atentado. Un desalmado le eligió a él para ajustar cuentas con no sé quién ni porqué. Yo me quedé huérfano con un nudo en la garganta que aún no he podido despejar. Mi madre y hermana ni aún ahora quieren verbalizar sus sentimientos. Yo sí me enfrenté en el juicio al asesino. ¿Por qué? No me respondió y más bien entendí que le daba igual. No descubrí empatía alguna, no vi signos de duda en él, mi mundo le era ajeno y desconocido. Mi abuelo me consoló después con una frase que no se me olvidará jamás: Mira, en las guerras pasa igual, se deshumaniza al enemigo y se pueden cometer mil tropelías con él sin una pizca de arrepentimiento ni culpa.
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